Para el artista, la disputa sobre la validez de la pintura en el arte actual pierde relevancia frente a su profundo arraigo como práctica cultural. Desde ese punto de vista, en esta serie se ocupa de problemas extra artísticos. Sobre distintas figuras de madera aplicó las 14 escalas tonales de Amarillos Nápoles que halló durante la realización del proyecto. Correspondientes a múltiples marcas y procedencias, al ser puestas unas junto a otras no sólo contrastan las calidades sino que se contraponen las interpretaciones comerciales de un color con una larga historia cultural.

El Amarillo Nápoles fue utilizado como pigmento de origen mineral mucho antes del Renacimiento. Sin embargo, debido a su toxicidad, desde ese periodo el color se produce de manera artificial. A partir de entonces, ha atravesado transformaciones radicales, como la introducción del óleo en tubos y la revolución del color que trajo consigo la industria en el siglo XX.

Como una capa extra, las figuras han sido colocadas cerca de una ventana para ser afectadas por las variaciones de iluminación y llamas así la atención sobre la inestabilidad de las condiciones de experiencia.

La pintura no es un arte eterno, inamovible: tan solo el comportamiento de los materiales y el lugar desde el que miramos hacen que se transforme ante nosotros a cada instante.