NOTAS SOBRE EL GRAFITO COMO DISPOSITIVO BÉLICO

El Día del Padre, el domingo 16 de junio de 2019, me desperté en una casa ajena. Un departamento en uno de los barrios residenciales del centro de Buenos Aires. Nos levantamos muy temprano y desde la ventana miramos los nubarrones y la ventisca del invierno austral. Nada más desalentador para volver a casa.

Cuando salimos del departamento oímos, en el pasillo, el generador de electricidad a gasolina que se usa durante los apagones, algo raro en invierno. Al bajar por el ascensor el portero del edificio nos dijo “no hay luz en todo el país, ni en Chile, ni en Brasil, no se sabe por qué ¡pero seguro nos mandaron una bomba!”

En ese momento pensé en el Apocalipsis; pensé que la energía eléctrica bien podría no volver nunca, que sin internet no podría ni felicitar a mi papá. También pensé que si bien el portero estaba claramente exagerando – tratándose de un apagón en el que funcionaba la radio y había servicios de telecomunicaciones-, esas bombas con las que él imaginaba el fin de los tiempos sí existían: oí hablar de ellas cuando era adolescente durante los ataques de la OTAN a Iraq en el 2003.

Obviamente la luz volvió unas horas más tarde. El apagón fue producto de una falla en la central eléctrica más importante de Argentina, que además alimenta al sur de Brasil.

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Las bombas de grafito, llamadas también soft bombs, son dispositivos bélicos que se lanzan desde un misil hacia centrales de suministro eléctrico de las zonas a asediar; estos artefactos almacenan latas que se abren en su descenso y esparcen filamentos de grafito extremadamente finos que forman una red que cae entre los cables y dentro de las estaciones de distribución de electricidad. No hay una destrucción orientada a objetos, sino al suministro de energía eléctrica y las telecomunicaciones. Su propósito es la interrupción de un circuito que le permite al atacante interferir y desestabilizar la distribución de información y las actividades cotidianas en la zona a sitiar.

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Ese mismo 19 de junio, después del medio día, el hambre me motivó a salir de la cama. Mi habitación era estrecha, mi cama individual estaba en una esquina, pegada a una parte de la pared separada por el ventanal, y a una de las paredes alargadas. Cuando era invierno, o cuando compartía mi cama, me acercaba tanto a la pared que con el tiempo terminé por mancharla; tenía mugre, una especie de nebulosa gris sobre el plano vertical blanco. Un fantasma de lenta aparición, la huella de mi presencia, mi relación visible con el hábitat.

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Miré esa pared. La luz del día nublado me permitía observar con tranquilidad los tonos de mi habitación y notar esa mancha, y pensé en dos cosas: en la visita al Museo de Bellas Artes en Buenos Aires, en la que después de observar detenidamente una pintura de Giorgio Morandi mis ojos se calibraron de tal forma que podía ver las manchas en las paredes causadas por los guardias del museo sentados por largas jornadas. Y luego, mientras terminaba de vestirme, preparándome para salir a la calle, pensé en el mito del primer dibujo, hecho también sobre una pared, también huella de un cuerpo.

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En su Historia Natural, Plinio el Viejo recopiló y organizó los saberes de su época.  Acudió a una fábula para contar el origen del dibujo, de la misma forma que lo hacía para explicar muchas otras cosas: dos enamorados pasan su última noche juntos; antes de que el joven parta al extranjero por motivos bélicos, la joven traza, con un pedazo de carbón, el contorno de la sombra que se proyecta en la pared por la luz del fuego que ilumina la habitación, de tal forma que ella podrá conservar la imagen de su amado. La sombra es una réplica proveniente del cuerpo; el primer dibujo sería así una imagen, una representación. El contorno sobre la pared es una marca por adición: una grafía, e igualmente un índice, el rastro del trayecto del pedazo de carbón conducido por quien dibuja.

Me gusta pensar, desde hace tiempo, que el fuego que ilumina y templa la habitación donde se encuentran esos amantes míticos es una estufa de leña, o un fogón, y no una vela; de tal forma que el carbón utilizado para trazar la imagen sobre la pared proviene de la materia en combustión que, a su vez, genera la luz necesaria para proyectar la sombra del soldado; de esa manera el ciclo se cierra: un contorno dibujado sobre la pared, una línea que delimita la sombra, una sombra que proviene del modelo que es amado y observado por su autora, quien a su vez toma el carbón de la hoguera que los ilumina.

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Prefiero el bolígrafo a los lápices, aunque los apuntes de este texto han sido escritos con tinta y no con el material sobre el que escribo, después transcritos y modificados en un procesador de texto, después probablemente impresos en toner carbón, pero nunca grafito, por lo que quizás no puedo ufanarme de una correspondencia entre forma y contenido.

A los lápices hay que sacarles punta constantemente, lo que interrumpe la concentración sobre la escritura y el dibujo. Aún así, es probable que no haya material de dibujo más sensual que la barra de grafito, ni que exista otra herramienta de expresión gráfica que te permita de esa manera mover tu mano y hacer más sutiles los halos grises con sólo un cambio de presión de la barra sobre el papel, dejando formaciones oscuras y brillantes.

El grafito es más sólido, inquebrantable y deja menos impurezas en su rastro que el carbón. Envuelto en un cordón o en cilindro de madera ensucia menos los dedos de quien lo usa, a menos, claro, que se use para dibujar y se difumine con la mano para producir manchas.

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Nicolás Jacques Conté es el inventor de los lápices de grafito. Nacido en Benardiere, en 1755. En los retratos para las enciclopedias y en las ilustraciones de las Descripciones de Egipto, se le suele representar con un parche en el ojo. Nicolás Conté perdió su ojo en un incendio ocurrido durante una experimento con gases y barnices mientras buscaba la forma de alargar el tiempo de recorrido de los globos aerostáticos. Esto ocurrió durante los primeros años de la década de 1790, cuando se reconfiguraba la mirada y el control para los estados europeos modernos. En Inglaterra, Jeremy Bentham diseñaba el panóptico, una construcción carcelaria con una torre en medio que le hacía sentir a los reos la posibilidad de estar siendo vigilados todo el tiempo. En Francia, los campesinos migraban a la periferia de la ciudad que se ensanchaba horizontalmente y ni la construcción de la torre más alta podía ofrecer la vigilancia de esas zonas que se expandían irregularmente. El Comité de Seguridad Pública de París necesitaba objetos aéreos para sobrevolar la ciudad, pero se había prohibido ya el uso de ácido sulfúrico para producir el hidrógeno que infla los globos. Un equipo de científicos propuso adaptar a nivel industrial la producción de gases a partir de la descomposición del agua, un ensayo que Lavoisier había hecho en su laboratorio. Conté, pintor e inventor con conocimientos de química, amante de la aeronáutica, y de quien se decía que de niño ya pasaba sus ratos libres soñando con fuegos artificiales hechos a partir de los gases que emanaban de los lagos de Séez, fue la persona indicada para la adaptación y mejora de la tecnología aerostática.

Soldado de Napoleón Bonaparte, Conté participó en las invasiones a Egipto de 1798 a 1801. La obsesión aeronáutica estuvo siempre acompañada de su contraparte, el accidente. Lo comisionaron para que realizara ascensos de globos aerostáticos el día que celebrarían el Año Nuevo Francés el 22 de septiembre. Uno de los globos se incendió en el aire y los egipcios, cuya desconfianza aumentaba, quedaron aterrados creyendo que se trataba de una máquina de guerra voladora que se exhibía como declaración de poder.

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La pérdida de su ojo izquierdo no afectó su entusiasmo por los experimentos, y tampoco significó el fin de su carrera como pintor, para representar el espacio en un plano bidimensional siguiendo las leyes de la perspectiva cónica, se necesita, y quizás sea incluso conveniente, un solo ojo. He encontrado dibujos suyos en los que los puntos de fuga se encuentran en perfecto orden y por lo tanto se siente cierta artificialidad, como si entre el ojo y el dibujo las imágenes hubiesenpasado por un laboratorio. Algunas de sus acuarelas muestran globos a punto de elevarse, pero me gustaría saber si alguna vez se subió a uno y se dispuso a pintar el paisaje debajo de él. Quizás mientras los científicos construían nuevas formas de depositar la mirada desde las alturas, los pintores viajeros usaban la perspectiva aérea, pintaban desde la cima de la montaña, pero viendo ladistancia frente a ellos. Conté usaba y adaptaba las formas de observación para obtener las dimensiones de las pirámides, después esas dimensiones fueron registradas por él mismo, por Protain y por Vivant Denon.

Si bien el dibujo artístico no fue nunca una necesidad básica en tiempos de guerra, si se ceñía a las reglas de la academia, era útil para producir apuntes rápidos de máquinas y armas, o retratos de los enemigos a capturar, edificios y territorios a invadir. Además, los lápices eran, y siguen siendo artículos necesarios para tareas cotidianas, por lo que el político Lazare Nicolas Marguerite Carnot comisionó a Nicolás Conté, que en ese entonces trabajaba en los globos de vigilancia, para encontrar una alternativa o una adaptación del lápiz ante la escasez del grafito, producto del bloqueo económico que Inglaterra tenía sobre Francia.

Conté modificó la receta usada por las familias Faber y Castell. En Alemania, el grafito extraído trae consigo otros minerales que lo vuelven menos apto y requiere de pulverizar, tamizar y mezclarlo con aglutinantes que lo solidifiquen. Conté reemplazó el sulfuro como aglutinante y usó en su lugar polvo de arcilla que luego humedeció, haciendo una pasta que se frota hasta formar un churretín irregular y se coloca sobre moldes cerámicos para quemar a 1037 grados centígrados. Frágiles y delgadas, pero resistentes a la presión vertical, las minas se metían entre prismas rectangulares de madera partidos a la mitad, que una vez presionados se tornear para obtener la forma cilíndrica.

En esta ocasión, no se registraron explosiones en los experimentos de Conté.

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Héroe de la industria nacional y de la economía, Conté obtuvo la patente de los lápices de grafito en 1795. Siguió inventando materiales de dibujo como el crayón que lleva su nombre y fundó una casa de materiales de dibujo que sigue existiendo.  

Cuando Conté cerró su ojo eternamente su familia se siguió encargando de la casa de lápices y crayones pastel que fundó y que sigue hasta nuestros días. El busto erigido por Napoleón tras su muerte no lo muestra con el parche en el ojo. Su tumba se encuentra en el cementerio de Montparnasse, me gustaría visitarla con un pedazo de papel lo suficientemente grande como para colocarlo sobre la lápida y frotar una barra de grafito, quedándome con una impresión de la insignia y de su nombre.

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Mientras los exploradores y naturalistas usaban las reglas de perspectiva para realizar cálculos con la mayor exactitud posible del paisaje a dominar, los románticos subían y bajaban la mirada. Apabullados buscaban representar la inmensidad de formas muy distintas, experimentaban sujetándose a los mástiles de los barcos durante las tormentas, subiendo a la cima de las montañas, o tirados en la esquina de una cárcel. Odilón Redón, el simbolista francés que usaba óleo y lápices Conté, fue heredero de ambas tradiciones, y fue un expedicionista de las profundidades del interior, la zona abisal en donde circulan los mitos. Entre sus imágenes hay un cíclope gigante que se esconde detrás de una montaña para observar la intimidad de una mujer que duerme, también hay un sol negro que mira y es mirado por dos viajeros en un desierto, un globo aerostático, que es a su vez, es un globo ocular. Me pregunto si estas imágenes son retratos oníricos que Redón hizo de Conté. De nuevo cumpliendo el ciclo del inventor retratado con uno de sus inventos. No tengo pruebas, pero la asociación está hecha.

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A partir de la receta de Conté de grafito molido y arcilla, aparecieron muchas adaptaciones, entre ellas las del filósofo naturalista y poeta estadounidense Henry David Thoreau, extrayendo el material de los yacimientos de Nueva Inglaterra, haciendo una empresa familiar de lápices cuya calidad compitió con las marcas europeas. El éxito de sus lápices le permitió pagar la construcción de su cabaña en Walden y escribir allí su ensayo cumbre.

Una de las características de los lápices de Thoreau, como de algunas marcas que seguían innovando en torno a la mezcla de Conté, es la regulación de oscuridad del trazo (Bold) o su finura y resistencia (Hard). La oscuridad y la resistencia son producto de distintas proporciones de grafito y arcilla: el lápiz HB es la mezcla de ambas ideal para el trabajo de escritorio, mientras que la gradación del 2B al 9B suele usarse para dibujo artístico, y las gradaciones H para el dibujo arquitectónico de ingeniería.

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A partir de la receta de Conté de grafito molido y arcilla, aparecieron muchas adaptaciones, entre ellas las del filósofo naturalista y poeta estadounidense Henry David Thoreau, extrayendo el material de los yacimientos de Nueva Inglaterra, haciendo una empresa familiar de lápices cuya calidad compitió con las marcas europeas. El éxito de sus lápices le permitió pagar la construcción de su cabaña en Walden y escribir allí su ensayo cumbre.

Una de las características de los lápices de Thoreau, como de algunas marcas que seguían innovando en torno a la mezcla de Conté, es la regulación de oscuridad del trazo (Bold) o su finura y resistencia (Hard). La oscuridad y la resistencia son producto de distintas proporciones de grafito y arcilla: el lápiz HB es la mezcla de ambas ideal para el trabajo de escritorio, mientras que la gradación del 2B al 9B suele usarse para dibujo artístico, y las gradaciones H para el dibujo arquitectónico de ingeniería.

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Emily Dickinson murió el 15 de mayo de 1886. Llevó una vida de autorreclusión envidiable, y el contacto con sus amigos era sólo a través de cartas. Ella estaba enamorada de Samuel Bowles, un poeta cercano a la familia, y le mandaba muchas cartitas, aunque él rara vez respondía. Así que Emily le escribió un poema y se lo envió con un lápiz atado al hilo que cerraba el sobre. 

Es difícil de traducir porque no se refiere a su remitente con «you» sino con el impersonal «it», lo que complica las cosas a partir del quinto verso:

If it had no pencil,

Would it try mine –

Worn – now – and dull – sweet,

Writing much to thee.

If it had no word –

Would it make the Daisy,

Most as big as I was,

When it plucked me?

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El nombre común en inglés del grafito es lead pencil, no porque este material implique ser la herramienta líder del diseño y el dibujo, sino porque durante un tiempo se creyó que era una variante del plomo (lead), ese material que los alquimistas pensaban que era oro verde, inmaduro o podrido, y al que pretendían volver a su estado resplandeciente. Por su opaca pesadez era asociado con la estrella negra, Saturno, enemiga del sol.

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Lo que no sabían los alquimistas es que el grafito es un alótropo del carbono, es decir, una de las variaciones cristalinas del mismo elemento, como lo es el diamante, un cristal precioso. Un producto de la presión geológica y el calor intraterrestre. Existe un servicio funerario de alta gama en el que se puede incinerar el cadáver hasta reducirlo a carbón y mediante un proceso físico de presión producir un diamante, una auténtica joya macabra. Hace algunos años, una artista estadounidense quiso convertir los restos de un famoso arquitecto mexicano en un diamante para canjearlo por el archivo del arquitecto, que había sido adquirido por un empresario como regalo de bodas para su esposa, otra arquitecta. La operación fallida y algo misógina bien podría haberse completado de otra manera, convirtiendo los restos óseos en grafito. ¿Qué pintor no querría reencarnarse en lápiz o pincel, y qué arquitecto no querría arar sus trazos con los huesos de sus muertos?

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Una nube de grafito flotando en el cielo de Kosovo, no muy distinta de las escamas de carbón que salen de una fogata después de quemar un libro para borrar la historia. La incineración de objetos a partir de fibras vegetales se disuelve y esparce en el aire, disemina lo que una vez fue denunciado, lo devuelve a un estado. Caos y gas por algo tienen el mismo origen etimológico, como la oscuridad sobre la superficie de la tierra antes de separarse.

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En los procesos de colonización no solo se queman libros, también se introducen en las sociedades que tienen otras tecnologías organizativas y de comunicación. El historiador húngaro Tzvetan Todorov cuenta la incursión de la escritura por parte de los españoles como mecanismo de control sobre los habitantes de los territorios a conquistar. La pérdida del dominio de la comunicación, por un lado, el quiebre de un sistema que respondía a leyes dentro de su propia cosmovisión, en el que las interpretaciones de los signos están mediadas por hechos naturales, y por otro, la alfabetización de los enemigos nativos del imperio azteca. A menudo vuelvo a la misma historia sobre la escritura, la guerra y sus registros. No es sorprendente, pero sí bastante común, recordar que algunos de nuestros artefactos cotidianos, suministros de oficina y electrodomésticos que usamos hoy en día han sido diseñados para la guerra o son adaptaciones de armas y máquinas de guerra. En el caso del lápiz, la mise in abysme incorpora a la trama: el mito griego del primer dibujo se traza siguiendo la silueta de un soldado.

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Por diferentes motivos, durante la segunda mitad del siglo XX, los artistas comenzaron a idear obras que tendían a desmaterializar el objeto artístico. Por ejemplo, si los entonces nuevos medios como las telecomunicaciones transformaron las formas de recepción y consumo, sus propuestas se basaban en acciones masivas, pero efímeras. Si el ruido blanco en las pantallas de los televisores es información no codificada, ¿contiene todos los mensajes al mismo tiempo? Estas ideas trastocaron la concepción de la masa informe que requiere catalizadores para convertirse en mensaje.

Concebir el ruido blanco como información no codificada guarda una relación con la tradición de los alquimistas que buscaban la materia primigenia, sin forma, como el caos y el germen, como las tinieblas sobre la faz del abismo. 

El grafito, bien podría formar parte de los minerales de alquimistas vandálicos, que buscan interrumpir las líneas de comunicación.

Quizás, en las revueltas por venir, lanzaremos soft bombs caseras. Y quizás la última imagen sea interrumpida, capturada por una espesa nube con madejas de grafito que surca el aire, enredándose en las antenas de telecomunicaciones.

esta publicación fue realizada para la muestra LA LIGERA SORPRESA DE LA ACCIÓN curada porTANIA PUENTE en el CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA en BUENOS AIRES marzo 2025 texto editado por Mat Medeler